LEMA: "Pareciera que el fin de la naturaleza es lanzar a todos los seres unos en los brazos de los otros, y hacerlos compartir, en virtud de la transfiguración del amor entre dos nadas infinitas, la frenética intoxicación del abrazo divino".
Estamos viviendo vidas apresuradas. Conservamos en nuestro interior “síntesis” de experiencias. Mantenemos historias de amor “abreviadas”, victorias y derrotas. Pero cuando recordamos el amor, todo se cubre con una luz vivaz, especial y misteriosa.
Tal vez no podamos recordar que hacíamos exactamente tres años atrás, digamos el 7 de enero, pero definitivamente recordaremos el día en que la encontramos, o el día en el que él dijo que quería que estuviesen juntos…, y toda clase de detalles comienzan a pasar a través de nuestra mente, que solían tocarnos profundamente en su momento, y que ahora traen una expresión especial a nuestro rostro.
Si hemos sentido el amor profundo, nos hemos sentido sin dudas fuertes y apuesto; hemos confiado en una misión que el destino nos ha reservado exclusivamente a nosotros. Después de un tiempo, cuando el amor ya hubiera pasado a través del bosque de nuestros deseos, y hubiera removido todas las trazas de egoísmo, nos hemos encontrado más fuertes, aunque aparentemente no hubiera ningún hombro en el que apoyarse. Así es como la vida se volvió más intensa, conciente y amplia…
El amor es constructivo y creativo, él unifica y eleva. Es un principio rejuvenecedor, una sustancia que transforma todo el tedio, el escepticismo o la soledad. Las obras maestras, los poemas, la música inspiradora, todo ello contiene en su textura oculta: amor. Tal como ocurre con todos nosotros, de hecho.
El amor es real; es tan real como nosotros mismos. No es un concepto intelectual desnudo, es una magia misteriosa de todo nuestro ser. Así como el vigor de una hoja de hierba no es accidental, el hecho de que en alguna parte puede haber una persona que nos ame, merece nuestra mayor atención. Porque, vivimos en la tierra particularmente a fin de expresar completamente el amor hacia quien lo merezca, y principalmente hacia Dios.
Pocas personas comprenden que la evolución por medio del amor es el camino más rápido; él es el único estándar para la medida de todo. El amor en plenitud, compartido en infinitos matices y formas es la auténtica tarea de nuestra vida, cuando merecemos esto.
El amor es el modo más simple de vivir nuestra vida, porque es el mejor y el más natural. No se necesita apenas hacer nada más. Todos nos sentimos inclinados a amar, aún antes de amar a alguien o a algo. Este amor puro y sobrecogedor tendrá una respuesta más pronto o más tarde.
El amor es lo que hace que busquemos a nuestra pareja, y nos lleva a cumplir sus sueños. El engendra el misterioso anhelo hacia el auto conocimiento.
Si no sentimos más el amor, significa que nunca lo hemos sentido realmente, o que no podemos ver en nuestro interior, donde el amor todavía existe. El amor sabe que todo lo que existe en nuestra mente está sujeto a cambio, y puede ser olvidado o perdido, en cambio el amor puro y sobrecogedor siempre nos hace vencedores.
El amor simplemente existe…Es apenas nuestra mera convicción el creer que lo sentimos en aquél que amamos, durante nuestros momentos de alegría; pero el amor no necesita todo esto. El amor nunca toma posesión, ni desea ser poseído. El amor no pide, por encima de todo, él dá. Es la divina simplicidad en la acción y el sentimiento.
El amor es el espejo en la tierra de esta emoción divina, …
Si conociera el tiempo, el amor sería un momento sin fin. Si conociera el espacio, estaría dentro de nosotros, porque nosotros somos la quintaesencia de todo lo que amamos.
Si el amor existe, está en todas partes. Y si él existe ahora, puede existir para siempre, de ahora en adelante.
El verdadero amor es siempre lo opuesto del egoísmo, y se manifiesta en un fuerte, libre anhelo de quien ama a tender su total afecto sobre el objeto de su amor, cualquiera que sea: un ser humano del sexo opuesto que nos atraiga, un grupo, un concepto, valor o actividad. El hecho de que las manifestaciones del amor puedan ser tan enormemente variadas de un hombre a otro, y a menudo difieren mucho, es debido a los matices que este sentimiento universal puede adquirir para cada ser humano, quien es único por sí mismo. El surgimiento y la persistencia de este profundo sentimiento unificador, eufórico, divino y maravilloso – así como su realce, cuando se manifiesta de un ser a otro, en su área individual, está estrechamente conectado con la cristalización formadora de la personalidad.
El amor entre dos seres humanos de sexo opuesto apunta, a través de la adoración y la profunda transfiguración amorosa, a la fusión complementaria, inefablemente unificadora a todos los niveles (incluyendo el plano físico-sexual). Tal persona aparecerá a quien esté profundamente enamorado, maravillosamente individualizado, como la única e irrepetible fuente de una gran, genuina felicidad para aquél que lo/la ama. La naturaleza y el increíble papel asignado al amor y expresado en la vida de la gente, ha tenido diversas interpretaciones a lo largo del tiempo. Una de las más antiguas interpretaciones del amor es la cosmo-mitológica, es decir la expresión de una fuerza eufórica sin fin, de la transfiguración, sublime, divina, divina, cósmica, magnífica, sin fin creativo y fuente de todas las bellezas.
Por ejemplo, el Eros rejuvenecido en el Orfismo, el divino principio organizador en Empédocles, el entusiasmo heroico en Giordano Bruno, el principio unificador del cielo y la tierra, de lo finito y lo infinito en los románticos germanos. También, la energizante, complementaria polaridad del Sol, (el aspecto emisivo masculino), y la sutil fuerza de la Luna, (el aspecto receptivo, femenino) que es el principio que dirige el poder matriz de la manifestación y la evolución en el Yoga.
Como diferenciada en diversas clases de amor, y considerada la más poderosa transfiguración, la más espiritual (la más pura, la más divina, elevadora), y la más alta, muchos filósofos han asignado propiedades cognitivas al amor. Para mencionar algunos de ellos: el conocer el ideal de la belleza en sí, la extática identidad entre amor y conocimiento en Platón, el alcanzar las extáticas cumbres del mundo inteligible y del amor supremo, en M. Ficino; la más completa libertad interior, surgida del conocimiento racional e intuitivo “amor dei intellectualis”, de Spinoza; la auto-penetración (debida a la inefable resonancia interior con el ideal contenido), o la auto-disolución, debida a la completa fusión de la cosa, o ser humano (en la que el conocimiento resultante es uno y único), conocido en el acto erótico amoroso, en F. Schegel.
Al amor se le han dado diversos significados y valores espirituales y humanos en la filosofía moderna, la que ha destacado su papel como un agente aglutinante de la profunda solidaridad humana, como el sostén de las ideas de comunidad de la especie humana, como la sublime, divina esencia de la transfiguración del hombre. Los mayores representantes de la filosofía religiosa, particularmente los filósofos cristianos, p.ej. el Neo-Platonismo, el Neo-Tomismo, el personalismo, el existencialismo religioso), destacaron claramente algunos aspectos antropológicos del amor (caridad- ágape), y los establecieron como un camino divino, elevador, trascendental, como amor de Dios, subsecuentemente identificado con el amor universal ( la base unitaria para las tres hipostasis de Dios).
En este sentido una posición especial entre los teólogos es la sustentada por Theilhard De Chardin, quien erigió una concepción ética en base al amor al semejante, en un colectivismo unificador, en un nivel afectivo e intelectual. Existen muchos puntos de vista pesimistas e irracionales, propios sobre el amor de diversas interpretaciones filosóficas en los siglos XIX y XX. Schopenhauer por ejemplo, consideraba que “el amor no es más que una trampa para el individuo, para la perpetuación de la especie”, y también Nietzche, M. Scheler, Karl Jaspers, Sartre, Gabriel Marcel.
Así como señalaban la influencia del amor sobre la psiquis y la mente, algunos filósofos enfatizaron el profundo poder de transformación de este sentimiento, y destacaron su papel decisivo en el auto-conocimiento, en el logro de la felicidad, en la formación del ser humano a lo largo del tiempo.
Los yoguis siempre destacaron al amor como de la mayor importancia, y lo consideraron como un factor “sui generis” para determinar la elevación humana en la conducta natural. Esto en el sentido de comprender cómo en la parte más íntima e individual del ser microcósmico, aquél que ama, puede por esto volverse macrocósmico, divinamente unificado, expandido hasta el infinito.
Considerado desde un punto de vista psíquico, podemos afirmar que el amor es el fruto de un complejo proceso de “cristalización”. Stendhal lo expuso en su famoso trabajo “Sobre el amor”, y analizó allí un proceso de conspicuas emociones, desatadas por una inefable, empática comunión con alguien perteneciente al sexo opuesto, quien nos completa, y satisface múltiples niveles de nuestro ser, lo que nos hace sentir mucho más unificados y armoniosos.
Stendhal opone este intenso, duradero y verdadero amor, lleno de transfiguración, a los breves asuntos amorosos, frenéticos y relampagueantes (golpe fulminante –coup de foudre), los que por una atracción efímera, incompleta, carentes de profundidad y complejidad, están expuestos a desaparecer tan rápidamente como aparecieron, (ya que, uno u otro de los amantes, o ambos, pueden carecer de sostén emocional y transfiguración, los que habilitan el amor profundo a múltiples niveles, como en una pareja amante, profunda, que permanece unida).
Desde un enfoque moral, los yoguis verán al amor como un sentimiento eufórico, verdaderamente sublime y generador de una transfiguración profunda, opuesto al egoísmo. Por esto, el amor es un camino muy sencillo para trascender el egoísmo. Si comprendemos esto profundamente por la experiencia directa, espontánea y sublime del verdadero amor, podemos fácilmente comprender la divina, fundamental expresión de Jesús, y a la que paradójicamente pocos cristianos parecen tener en cuenta actualmente: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El escritor ruso Tolstoi diría maravillosamente: “El verdadero amor se basa siempre en dar, por nuestro propio bien”.
Los grandes santos ven al amor como la fuente de la suprema, divina virtud, que es la compasión.
El problema filosófico para los yoguis es si el amor puede constituírse en un genuino camino de conocimiento o no. Desde este punto de vista, ellos consideran al amor como un camino rápido hacia el conocimiento. (El filósofo Spinoza dice: “El amor intelectual a Dios emerge del tercer camino de conocimiento”), y ellos rechazan la idea aberrante perteneciente a Descartes, quien declara que el amor es la ceguera de la mente: “El amor es una pasión que puede despertarse fuertemente en nosotros, sin que sepamos si el objeto o el ser humano que lo despierta es o no bueno”.
De hecho, el amor no es más que un camino que le es dado al ser humano para estar más cerca de Dios, pero también un camino fácil para despertar a la divina realidad. Este aspecto está brillantemente expresado en el trabajo de Khalil Gibran: “El Profeta”:
Cuando el amor te llame, síguelo,
Aunque sus caminos son ásperos y empinados.
Y cuando sus alas te envuelvan, ríndete a él,
Aunque la espada oculta en ellas pueda herirte.
Y cuando te hable, cree en él,
Aunque su voz pueda sacudir tus sueños como el viento norte destruye el jardín.
Pues aunque el amor te corone, puede crucificarte. Tal como es para que crezcas, es para cortarte.
Aun cuando suba hasta ti, y acaricie tus más tiernas ramas que tiemblan al sol,
Así descenderá hasta tus raíces, y las sacudirá en su aferrarse a la tierra.
Como espigas de maíz él te recoge hacia sí mismo.
El te sacude hasta desnudarte.
El te desgasta hasta el hueso.
El te retuerce hasta hacerte suplicar;
Y luego él te entrega a su fuego sagrado, hace que te vuelvas el pan sagrado para la fiesta de Dios.
Todas estas cosas te hará el amor, hasta que conozcas los secretos de tu corazón, y en ese conocimiento te vuelvas un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si en tu temor buscaras solamente la paz del amor y el placer del amor,
Entonces es mejor que cubras tu desnudez y te alejes del campo del amor,
Al mundo indiferente en el que podrás reír, pero no toda tu risa, y llorar, pero no todas tus lágrimas.
El amor no da nada sino a sí mismo, y no toma nada sino de sí mismo.
El amor no posee, ni puede ser poseído;
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando amas, no debes decir: “Dios está en mi corazón”, sino más bien: “Estoy en el corazón de Dios”.
Y no pienses que puedes dirigir el curso del amor, porque el amor, si te considera digno, dirige tu camino.
El amor no tiene otro deseo que el de cumplirse a sí mismo.
Pero si amas, y el amor debe tener deseos, deja que estos sean tus deseos:
Fundirte y ser como un arroyo que corre y canta su melodía a la noche.
Conocer el dolor de la demasiada ternura.
El ser herido por tu propio entendimiento del amor;
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarte al alba con un corazón con alas, y dar gracias por otro día de amor;
Descansar al mediodía y meditar en el éxtasis del amor;
Regresar al hogar al atardecer con gratitud;
Y entonces dormir con una oración para el amado en tu corazón y una canción de alabanza sobre tus labios”
La Biblia también contiene innumerables líneas inspiradoras referidas al amor, como un camino directo hacia el conocimiento de Dios. Para mencionar una de tales citas:
“Si yo hablase con las lenguas de los hombres o de los ángeles, pero no tuviera amor, sería como un bronce sonoro, o como un címbalo estridente. Y si y tuviese el don de la profecía, y supiese todos los misterios y todo el conocimiento, y si yo tuviese toda la fe, como para mover montañas, pero no tuviese amor, no sería nada. Y si yo cediese todos mis bienes para dar alimento a los pobres, y si entregase mi cuerpo a las llamas, pero no tuviera amor, no me serviría de nada.
El amor ha sufrido largamente, y él es rey, el amor nada envidia, el no se proclama a sí mismo, no se comporta en forma impropia, no busca lo que le es propio, no se le provoca, no repara en el mal, (nunca permanece en el reino del mal), nunca se regocija en lo incorrecto, sino con la verdad; contiene todas las cosas, cree en todas las cosas, espera todas las cosas, soporta todas las cosas, y allí abraza y transfigura todo), confía en todo lo bueno, divino y elevado, lucha por y confía en todo lo que es bueno y benéfico ( y por lo tanto lo que cobija perseverantemente se hará realidad), sufre todo humildemente.
El amor nunca falla: pues si hubiera profecías, serán cumplidas, si hubiera lenguas, ellas se expresarán, si hubiera conocimiento, será realizado.
Porque nosotros sabemos sólo en parte, y profetizamos sólo en parte;
Pero cuando aquello que es perfecto ocurra, lo que es sólo parte será completado (porque seremos uno con Dios).
Cuando era un niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, pensaba como un niño, ahora que me he vuelto un hombre, he dejado de lado las cosas infantiles.
Porque ahora vemos en un espejo, oscuramente (debido a la ignorancia), pero entonces veremos cara a cara: ahora conozco sólo en parte, pero entonces (cuando seamos uno con Dios), conoceré completamente, así como también yo seré conocido por completo (por Dios). Pero ahora guardemos fe, esperanza, amor, y lo más grande de ello es el amor. (Pablo – Corintios, l3).
Como un aspecto básico de la existencia humana, al amor se le han dado distintos valores terrestres y espirituales, y la palabra misma ha tenido muchas definiciones e interpretaciones a lo largo de las distintas épocas, de acuerdo a las corrientes filosóficas del momento, y al grado espiritual de aquéllos que emitían estos puntos de vista.
Los dichos incontables acerca del amor, frases inspiradas en las cuales la literatura abunda en todos los tiempos, sirve como evidencia de que el amor ha sido siempre la esencia de la vida espiritual de la humanidad, por ser su verdadera fuente, de hecho, toda expresión artística está inspirada en el amor.
He aquí algunas citas acerca del amor:
Oh amor, pleno de transfiguración! – Las bellas artes son tus retoños, tu fuiste el primero en dirigir en la tierra la poesía sagrada, el solo alimento de las almas nobles, quien envió desde sus soledades su canto divino a las más lejanas generaciones, urgiéndolas a acciones gloriosas con palabras e ideas inspiradas desde lo alto. Tú llenas nuestras almas con la única virtud favorable a los mortales, tú eres la Caridad, que arroja a veces un rayo de luz sobre aquel miserablemente condenado, y tú sin cesar restauras el poder divino engendrador de los seres, fuera del cual todo es caos y muerte. Si nos abandonaras, Amor, la tierra se volvería un páramo, los animales se odiarían, el sol no sería más que un fuego hiriente, y el mundo sufrimiento, temor y destrucción universal. (Ugo Foscolo).
¿Porqué amamos siempre con pasión? – porque esto nos hace realmente felices; porqué lo confesaríamos sinceramente? –porque esto hace feliz al otro; porqué trataríamos de sostenerlo contra cualquier sacrificio? – para hacernos comprender que es el único camino para que un día los humanos seamos capaces de abandonar nuestro pecado más miserable: el rudo egoísmo. (Panait Istrati).
El amor perenne es posible con una condición: que peda ser suficientemente fuerte, y liberado de lo casual, la memoria, el matiz los detalles que puedan condicionarlo, de modo que pueda libremente seguir la norma pura del amor transfigurador. (Alexandra Ivasciuc).
Estoy enamorado. Hay un arcoiris celestial / sobre el mundo de mi corazón. (Nicolás Labis).
“El sublime, verdadero amor, es un sentimiento de transfiguración, divino y complejo, creador esencialmente de ternura. Debe existir un sentimiento de devoción en el amor, un deseo de protección, un impulso de hacer el bien y de brindar placer y felicidad, – esto es la completa ausencia de egoísmo” (W. Somerset Maugham).
“Cuando se siente alto amor y transfiguración hacia el alma adorada, no hay nada mejor que el dar, dar todo el tiempo: nuestra vida, nuestras ideas, nuestro cuerpo, dar todo, sentir que siempre damos, y estando siempre dispuestos a dar aún más” (Guy de Maupassant).
“El amante, cuando se siente lleno de amor, ama y transfigura el defecto de aquél a quien ama." (Moliére).
“Debe ser un alma pobre y miserable aquélla que no pueda decir: “
Estoy borracho, casi todo el tiempo, con el fuerte vino del amor
¿Cómo puede sentir la maravilla de la naturaleza al amanecer
y el sagrado embrujo de la luz de la luna, en la noche? (Omar Khayyam).
El amor entre dos seres humanos de sexo opuesto no es solamente intercambio sexual, que es sólo un elemento (necesario, aunque vulgar) de este amplio sentimiento. A pesar de que para la mayor parte de la gente, el concepto del amor se limita a esto (hacer el amor), el amor verdadero, pleno de transfiguración, como lo consideran todos los hombres sabios, es un proceso gradual de sumersión, cristalización y persuasión a nivel de la inefable, afectiva comunión, y empática identificación con un específico ser humano del sexo opuesto. Podemos sentir al principio, más allá del afecto hacia ése ser, una clase de química irracional, pero gradualmente descubrimos que él o ella nos es complementario a todos nuestros niveles, y que también nos hace sentir más afectuosos y consonantes. Por eso, por medio de la profunda transfiguración y adoración, podemos alcanzar una plena, unificadora fusión con el amado a todos los niveles (afectivo, mental, espiritual, y obviamente físico-sexual, siendo esta fusión la fuente de una alta, genuina y perenne felicidad.